"Aunque como tema se puso de moda en la última década, los verdaderos orígenes de la "bioeconomía" se remontan a un tiempo más atrás. Más precisamente, a hace algo menos de dos millones de años, cuando el ser humano (o lo que, en términos evolutivos, devendría en el hombre tal cual lo conocemos hoy en día) comenzó a dominar el fuego. Según el antropólogo inglés Richard Wrangham, fue en esa época cuando se produjo una bisagra: las comidas cocinadas aumentaron la cantidad de energía que se obtenía de los alimentos (y permitieron digerirlas con menor esfuerzo), lo que en el camino evolutivo redundó en cerebros más grandes y sofisticados.
La hipótesis se cuenta en el libro La captura del fuego: cómo cocinar nos hizo humanos, y muchos de los colegas de Wrangham no la aceptan: datan al dominio del fuego en una fecha mucho más cercana. El economista argentino Guillermo Anlló, investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP) de la UBA, apeló a esta discusión para introducir el tema de la bioeconomía en el blog Alquimias económicas, que comparte con otros académicos de la universidad estatal. "Así como nuestra evolución se encuentra indisolublemente atada a la domesticación de los alimentos, hoy la biotecnología está marcando nada menos que nuestro futuro evolutivo", cuenta a la nacion.
Como campo aún en formación, la bioeconomía es un terreno de batalla hasta en lo que hace a su propia definición. Hay grandes intereses geopolíticos de fondo. Mientras que en los Estados Unidos se la trata casi como un sinónimo de la biotecnología, en Europa es casi una mala palabra, por la guerra que lleva adelante la Unión Europea contra los cultivos transgénicos, que lideran Monsanto y otras empresas. "Allí, sin embargo, hay conciencia de que es una agenda de enorme trascendencia, por todo el dilema que tienen con el futuro de los trabajadores agrícolas, la sustentabilidad y la contaminación", marca Anlló.
"La realidad es que cada definición está sesgada por los intereses del organismo de estudios que la propone", explica Cristian Desmarchelier, biólogo y doctor de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, e investigador del Conicet. "Pero podríamos decir que la bioeconomía es la economía basada en la aplicación de conocimientos científicos a la producción sustentable de productos y servicios derivados de la transformación de la biodiversidad", dice el biólogo, en una definición parecida a la que propuso en 2014 el Ministerio de Ciencia de la Nación, donde Desmarchelier es evaluador de proyectos. Estos conocimientos, en un sentido amplio, incluyen aportes de la biotecnología, la nanotecnología y la informática.
"Necesitamos varios planetas para producir lo que demandará la sociedad de consumo en los próximos años, esto es una realidad", dice Jorge "Yoyo" Riva, emprendedor social y especialista en sustentabilidad. Somos algo más de 7000 millones de personas, seremos 9000 millones en 2030 y unos 12.000 millones antes de cambiar de siglo. En un par de décadas, China y la India dejarán de ser protagonistas del motor demográfico y le dejarán este lugar a un gran crecimiento de la población africana. La alusión clásica de la economía como "ciencia que estudia la escasez de recursos" vuelve a ser más válida que nunca, dice Anlló. Además de la catástrofe medioambiental que ello conlleva (esta semana, el semanario británico The Economist tituló que la contaminación ya es al cambio climático lo que el tabaco al cáncer).
América latina, y la Argentina en particular, podrían jugar un papel muy relevante en esta nueva agenda con centro en la bioeconomía, argumenta Lorenzo Basso, experto en bioeconomía y presidente de Ubatec, una sociedad mixta entre la UBA, la UIA, el Gcaba y la CGI, que administra y provee fondos para emprendedores. Para 2050 hay proyecciones que indican que América latina proveerá la mitad de los alimentos del planeta. Para la FAO, la expansión en la producción de alimentos vendrá de una mayor productividad, y sólo un 10% de la expansión de la frontera agrícola.
Según un estudio hecho por los economistas Anlló y Roberto Bisang, la Argentina cuenta con 178 empresas de biotecnología, un número elevado en relación con su PBI (Brasil tiene 237, por ejemplo), además de excelentes recursos humanos en la biología. Algunas de estas firmas son jugadores de primera línea a nivel global, pero aún no forman masa crítica. Bisang hace un paralelismo con los argentinos en la NBA: hay algunos destacados (Ginóbili, Delfino, Scola), pero no alcanzan para formar un equipo entero.
"Lo que plantea la bioeconomía es un verdadero cambio estructural del paradigma productivo, casi una cuestión filosófica. Para desarrollar una bioeconomía sustentable, los procesos deben plantearse en primera instancia a partir del conocimiento de los sistemas biológicos, para luego desarrollar los sistemas productivos sobre la base de esos conocimientos. Pensar "desde el sistema biológico hacia los estados financieros", dice Desmarchelier. Y agrega: "Si la economía del siglo XX se caracterizó por el uso intensivo de los recursos naturales, en este siglo la bioeconomía se vuelca al conocimiento como impulsor de nuevas matrices productivas. Nos referimos al agotamiento e inicio de una transición a otro sistema tecnoeconómico, a un reposicionamiento de enfoque, a una reformulación del sistema económico. De afianzarse este paradigma, quizá nos encontremos enfrentandos a una suerte de segunda Revolución Industrial: la Revolución Industrial del siglo XXI. La Revolución de la Bioeconomía."
Cualquier camino que se elija requerirá trabajo en equipo entre privados, Estado y academia. Retomando la analogía de Bisang sobre la NBA, tres semanas atrás se disparó un debate en Alemania, donde por temas de piratería no funciona el Wi-Fi en la vía pública. Quienes quieren liberar Internet argumentan que el país está perdiendo el tren de la revolución de la economía colaborativa y de la cooperación, cuenta Darío Laufer, creativo digital. Para apoyar esta idea, se recurrió al Mundial de Brasil, donde un equipo con individualidades de menor calidad técnica (Alemania) derrotó a uno de jugadores más talentosos, pero de peor dinámica grupal (la Argentina). En el fútbol (y en el básquet en este caso) a veces está todo."
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