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domingo, 22 de diciembre de 2013
viernes, 20 de diciembre de 2013
Nota aparecida en Clarín rural: Una ecuación para que se queden todos
A continuación una nota publicada en el suplemento Rural de Clarín del 15 de septiembre de 2013. Lo que nos parece interesante es que muestra un ejemplo concreto de empleo de información de costos para la toma decisiones, en este caso en la actividad agropecuaria
Para Ricardo Garbers, los productores deben entender que el valor de la cosecha tiene que permitir que el contratista pueda seguir en la actividad.
La determinación del costo de cosecha, con valores que cubran las erogaciones reales que los contratistas suman a la hora de concretar sus labores, no es una materia de simple resolución. Los vaivenes del mercado, la tensión de la competencia y la suerte de los cultivos pivotean sobre los márgenes, que se pueden tornar más flexibles de lo aconsejable, según la óptica que se tiene desde el sector, el de los contratistas, que lleva adelante el 70% de la fumigación, el 60% de las siembras y el 98% del picado de forraje del país, entre otras tareas en las áreas de cultivos extensivos.
Cómo establecer un precio lógico, al menos desde lo teórico, es parte de la tarea de Ricardo Garbers, director del departamento técnico y económico de la Federación Argentina de Contratistas de Maquinaria Agrícola (Facma), quien disertó sobre este tema, hace algunas semanas, en el Congreso de Aapresid. El especialista calcula los valores que, considera, son los que deben tenerse en cuenta para trabajar con el respaldo que permita seguir funcionando y reinvertir lo necesario.
Para este ingeniero agrónomo que durante una década también salió a trabajar con su equipo de maquinaria, el precio de mercado puede ser también “el de quebranto”. Y enfatizó que ese dinero que deja de percibir el contratista “se escapa del medio rural” y ya no será reinvertido en maquinaria nueva, apuntó.
“El contratista que hace descuentos del 17% está regalando la utilidad. Hay grupos de productores que imponen precios un 30% por debajo de los cálculos que hacemos. Así, se están llevando la utilidad y la amortización”, asegura Garbers.
Su especialidad es el estudio del uso anual de la maquinaria. Toma como ejemplo un costo de cosecha para un contratista que al año trabaja 880 horas con un planteo de dos máquinas para 3.338 hectáreas y un promedio de 4,5 hectáreas/hora.
Se basa en datos de la Universidad de Nebraska (Estados Unidos), que analizó toda la historia de la maquinaria, haciendo una correlación entre el valor de las reparaciones y el valor a nuevo. En función a esto, y traducido a valores locales, un contratista como el mencionado antes tiene 654.000 pesos por año de reparaciones y mantenimiento. Esto si desea entregar al final del ciclo la máquina con un diferencial importante. En combustible gasta 585.000 pesos por año, consumiendo más de mil litros por día cuando trabaja.
A esto se agregan múltiples problemas para trasladarse y conseguir gasoil. “Como va migrando por las zonas, cuando llega a una estación de servicio que no lo conocen, generalmente no le dan, porque no es cliente”, alertó.
Haciendo un desglose del costo operativo, Garbers establece porcentajes para reparaciones, combustibles, personal, logística, movilidad y administración. Si a esto se le suma el costo de propiedad, y la utilidad de un 17%, el costo de cosecha por hectárea debería rondar los 428 pesos a valores de julio de 2012. “Es un precio orientativo, que se puede bajar”, admite el especialista, según el cultivo y el rinde.
“Para un trigo de 24 quintales se puede cobrar 310 pesos por hectárea. Cada uno hace su costo, pero hay un rango del que no puede salirse”. Sus datos, asegura, parten de un relevamiento intenso en precios de cosechadoras y plasman de manera categórica a la inflación.
En Argentina, la filosofía contratista viene ya de varias generaciones. Se estila acordar el precio por porcentaje de rinde, pero el asesor de Facma dice que la máquina no tiene nada que ver con el cultivo. “Es una mala costumbre que genera una competencia entre el productor y el contratista, en la que pierde el contratista, porque cuando la soja se va a las nubes el productor no le mantiene el porcentaje. Las partes tienen que sentarse a conversar y no plantearse una competencia para bajar el precio”, concluyó el especialista.
Andrés Ferreras
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